En los últimos 39 años, Bolivia ha perdido, de forma irreversible, tipos de bosque, fuentes de agua y glaciares o nevados, como consecuencia de contaminación, degradación de los suelos, ganadería, agricultura y minería entre otras actividades humanas. Esta es una de las conclusiones a las que se llega tras la publicación de una actualización de MapBiomas Bolivia, una colección digital de mapas de cobertura y uso de suelo elaborada por expertos, gracias a imágenes satelitales y otros instrumentos que permiten entender cómo el territorio nacional se fue transformando en las últimas décadas.
Marlene Quintanilla, directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), explica que Santa Cruz es el departamento más afectado en cuanto a pérdida de bosque y a cuerpos de agua.
En el primer caso, entre 1985 y 2023, años con los que se trabajó para elaborar estos mapas; el departamento oriental sufrió cambios en el 18% de sus bosques, tanto chiquitano como chaqueño, especialmente. Ese porcentaje implica unos 5,5 millones de hectáreas.
“La mayor transformación justamente está en el bosque seco chiquitano y esto tiene que ver con el aumento de la agricultura y la ganadería. A nivel histórico, esto significa que, en estos 39 años, estas actividades se han hecho cinco veces más grandes (500%), y el bosque que más se ha eliminado está justamente en la Chiquitania”, dice Quintanilla.
Ahora, el gran detalle es que no todas estas zonas afectadas están en producción. Ello implica que se usan determinado tiempo y luego, cuando estas tierras ya no producen, se les da otro tipo de uso. Por ejemplo, infraestructura, caminos, vías, etc.
Menos bosque, menos lluvia, menos agua dulce
Esta pérdida de bosque, casi irreversible, está provocando otros cambios, como la reducción de lluvias. La razón es simple: los árboles generan una humedad que viaja por el viento (los llamados ríos voladores), y al no haber bosque, baja la cantidad de lluvia.
“Cada vez llueve menos y la distribución de esta lluvia está alterada: o se da con una intensidad muy alta, provocando inundaciones, o se dan sequías extremas. Esto, a su vez, impacta en cuerpos de agua (lagunas, curichis, etc.) porque ya no llega el agua suficiente para recargarlos. Si uno hace una resta fría, de 1985 a 2023, un 41% de los espejos de agua de Santa Cruz se han reducido”, asegura la experta.
Todo esto es comprobable mirando el histórico de los mapas. Por ejemplo, si analizamos laguna Concepción, ubicada en el municipio de San José de Chiquitos, hubo años que se secó completamente, pero luego recuperó el agua. “Esos son fenómenos naturales que ocurrían cada 50 años o cada 20 años. Lo que está pasando ahora con cuerpos de agua como la laguna Concepción, es que este fenómeno termina siendo más recurrente y ya no logra recuperar en el promedio de antes. Y esto obviamente impacta a la fauna que habita en el lugar y especialmente en aves migratorias que llegan a hospedarse temporalmente”.
A nivel nacional, en promedio se ha perdido el 10% de los cuerpos de agua, un porcentaje que puede parecer poco significativo; pero que, a escala, es extremadamente preocupante, porque en regiones como Santa Cruz, Tarija, Chuquisaca y Oruro, hablamos de porcentajes altísimos.
En el caso de los dos primeros departamentos, la reducción está por encima del 40% del total de sus cuerpos de agua. Oruro, con el caso del lago Poopó, está por encima del 80% de aguas superficiales que habrían disminuido. Por supuesto, algunos años esa agua aumenta, pero aquí el fenómeno es que nunca se vuelve a los niveles originales. Lo propio ocurre en La Paz.
El caso de los glaciares
En Sudamérica, solo países como Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia cuentan con glaciares tropicales. Venezuela tenía uno, pero ya desapareció. En el caso de Bolivia, según MapBiomas, la mitad de la superficie de glaciares se ha perdido.
Para las ciudades y comunidades de la zona de los Andes, esto significa que ya no hay la cantidad de agua subterránea almacenada. Entonces, esa agua subterránea que recargaba acuíferos deja a muchas comunidades de los valles y los Andes con una escasez alarmante.
“La temperatura del planeta sigue aumentando y esto acelera el descongelamiento de los glaciares, pero a esto se suma que, en general, estamos aumentando la temperatura del país (con la pérdida de bosques y ecosistemas), entonces se va generando un calentamiento regional que nos trae olas de calor como las que ya vivimos el año pasado”, explica Quintanilla.
Ahora, aquí de lo que se trata no es apuntar a un sector como responsable de la situación climática, aclara la investigadora. Más bien es mejorar el rendimiento de la producción agrícola y pecuaria, porque expandir terrenos (léase deforestar o provocar incendios) no implica producir más. “Tiene que venir un pilar importantísimo para fomentar el mayor rendimiento de los suelos en las áreas que ya están deforestadas, tienen que haber estrategias de apoyo al sector agropecuario y la seguridad jurídica tiene que ver mucho con esto, para que no se fomente mayor expansión”, recomienda.
Y a su vez, esto debe llamar la atención de los propios productores, ya que ellos también necesitan abastecerse de agua para no perder lo que han invertido en sus cultivos y ganadería. De esa manera, el reto es producir más y mejor en las tierras que ya están siendo aprovechadas para ello, y cuidar los ecosistemas que quedan, porque los costos de las sequías y otros fenómenos del clima, también afectan a este sector con pérdidas millonarias.
Sobre la iniciativa
MapBiomas es una iniciativa realizada por un grupo de expertos de instituciones nacionales e internacionales, que basa sus mapeos en imágenes satelitales, generando datos históricos, útiles para hacer investigaciones, pero también de consulta. De hecho, según datos de FAN, con la primera actualización, los usuarios que más consultas hicieron después de los investigadores, fueron los tomadores de decisiones o autoridades nacionales y subnacionales, que requieren información precisa para tomar medidas frente a emergencias climáticas.
“Para nosotros, el reto ahora es interpretar los datos que hemos generado, queremos entender la dinámica de los humedales, por ejemplo. Porque si bien los ecosistemas terrestres como bosque, cerrado y otros, tienen una clara delimitación (en un mapa), en el caso de los humedales, queremos entender cómo está este flujo. Al parecer, están disminuyendo, pero es valioso saber cómo, porque la mayoría de ellos están en Santa Cruz, Beni y Pando”, finaliza Quintanilla.